Cap.2: Inesperado.
Estaba amaneciendo cuando por fin volví a la realidad que era mi vida, sentía todos los músculos agarrotados por el mal dormir, me encontraba toda enredada entre las sabanas y con la misma ropa de ayer, me levante de un brinco para ir a tomar una ducha y poder despejar mi cabeza antes de irme al instituto.

Era increíble la nueva sensación que me invadía, después de tanto tiempo me sentía libre, sentía que podía hacer todo lo que quisiera sin tener que preocuparme de nada. Me di el ánimo de hacer mi cama, ordenar mi pieza, desayunar en familia, cosa muy rara que se diera en mí y partí al instituto.

Llegue a mi cárcel personal, eran las 8 de la mañana y ya todo el mundo estaba enterado de la patada que le había pegado a Cristian, todos me observaban como en el primer día de clases, odiaba sentir las miradas de todo el mundo y sobre todo de las chicas. Algunas de ellas me miraban con odio y otras con felicidad, porque les había facilitado el camino para llegar a él, según lo que ellas creían.

Me fui directo al baño de chicas, para poder tener un poco de intimidad y me encerré en una caseta, y entonces las oí.

-Pobre ilusa, si cree que se sentara con nosotras está loca, no la dejare.

Era Samanta con su grupo de arpías, desde el momento en que entre en su “mundo” me había odiado, no sé porque me tenia ojeriza pero en realidad nunca me importo mucho.

-Vamos Sam, no seas tan mala, después de todo ella ya es parte de nosotros – le decía Erín.

-Por favor Erín, no te pondrás de parte de ella o ¿sí? – dijo Susan con su voz nasal, era la más hueca de todas.

-No, se no me importa lo que piensen, solo sé que no permitiré que se atreva siquiera a acercarse a nuestra mesa.

Una sensación de rabia mezclada con ira me embargo, ¿Acaso ellas creían que estaría realmente tan interesada en su mundo superficial? Me arme de valentía y Salí de mi escondite, entonces me enfrente a ellas.

-Hola chicas - Les dije sin ninguna pisca de resentimiento, aunque por dentro podía sentir el vomito verbal. Samanta me miro con cara de pocos amigos y las otras dos chicas solo imitaron su expresión, eran tan tontas que imitaban todo lo que ella hacía.

-Primero, te advierto que hoy no recurras a sentarte en nuestra mesa, porque te correré a patadas si es necesario y en Segundo lugar no vuelvas a dirigirnos la palabra.

-Oh, no te preocupes no pensaba sentarme junto a ustedes, no quiero que se me pegue la estupidez.

Me di media vuelta y Salí casi corriendo de ahí, todavía no podía creer lo que había hecho, Yo había insultado a la chica más popular de todo el instituto, guau se sentía genial haberla puesto por fin en su lugar. Salí al pasillo y aun podía sentir los gritos de Samanta que provenían del baño de chicas – Me las pagara, juro que me las pagara – la oía gritar, mientras sus amigas trataban de tranquilizarla.

De pronto me encontraba de nuevo como la primera vez que había cruzado la puerta de ese instituto, sola, sin amigos y sin siquiera tener a alguien con quien hablar – será como la primera vez, solo debo estar en calma- me dije a mi misma, tratando de convencerme.

Había terminado el horario escolar y Salí prácticamente corriendo hacia la libertad. Me sentía completa, con ganas de ir a todos lados, por primera vez en mucho tiempo tenía tiempo para mí.
Llegue de muy buen ánimo a casa, bese a mi madre y me senté en mi puesto para la cena, hoy había preparado mi plato favorito arroz con pollo a la mostaza. Olía tan bien que me permití servirme un segundo plato, mi madre me miraba cada cierto tiempo, con una chispa en los ojos.
Adivine de inmediato, esa chispa la conocía muy bien, sabía que algo se traía entre manos.

-Hmm… - se aclaro la garganta. Automáticamente mi padre y mi hermano se levantaron de la mesa y partieron al living. Sabía que algo pasaba y debía ser algo grande para que mi padre nos hubiera dejado solas.

-¿Qué sucede mamá? – le dije directamente para que fuera al grano.

-Bueno como tú sabes, la casa de la abuela ha estado deshabitada por mucho tiempo, con sus recuerdos y cosas intactas, tal y como ella las dejo. Me preguntaba… bueno, si tu… emmm.

-Ve al grano, por favor – me asuste de inmediato cuando empezó a hablar de aquella casa, tan solo quedaba a unos 15 minutos de la nuestra, había sido mi refugio de niña cuando venia de vacaciones y cuando hablo acerca de ella la nostalgia me invadió. Sentía terror del solo hecho de que quisiera venderla.

-Con tu padre hemos tomado la decisión de arrendarla.

Un alivio instantáneo recorrió mi cuerpo, fue como si me hubiesen sacado un peso enorme de encima.

-Ah – le dije.

-Quería que lo supieras de inmediato, porque se cuanto adoras esa casa. Pero mañana debemos ir a desalojar las cosas de la abuela, hay que limpiarla y ordenarla para sus nuevos inquilinos.

Cuando dijo que debíamos retirar todas las cosas de la abuela, sentí miles de cuchillas atravesar mi cuerpo. Yo había mantenido aquella casa intacta, sin que nadie moviera ninguna cosa de su lugar, por supuesto ya todo debía estar cubierto de polvo, pero aun así sentía un dolor enorme al saber que tendría que sacar todos aquellos hermosos recuerdos de allí. Dolía casi como si me estuvieran torturando. Una lagrima instantánea broto de mis ojos.

-Oh, cariño sé que esto es difícil, pero es un ingreso que será útil para la familia, aparte la casa está en perfecto estado y nadie la ha ocupado ya hace unos 3 años.

-No, está bien mamá, lo entiendo, solo que me duele un poco saber que tendré que retirar las cosas de la abuela. Pensé que quizás manteniendo sus cosas intactas, podría estar más cerca de ella.

-Mi cielo, no te pongas triste, ya verás como todo irá bien.

-Sí, claro mamá. Puedo retirarme, es que estoy cansada.

-Claro cariño, ve a descansar.

Me levante rápidamente y empecé a subir las escaleras, di un último vistazo a mi madre que me miraba al pie de la escalera con una expresión preocupada y casi como si quisiera hacer lo posible porque yo no me entristeciera mas.

Cerré la puerta e inmediatamente puse el pestillo, mire sin ganas hacia la mesita de noche y ahí estaba brillante y hermoso, casi como si fuese algo vivo esperando a que yo lo tomara en mis manos. En estos momentos era lo único que podía permanecer intacto, ese precioso collar escondía un gran secreto que yo ni siquiera imaginaba.

Me puse a mirarlo cuidadosamente, nunca me había detenido a observarlo, siempre lo miraba y lo encontraba hermoso, pero jamás me había fijado en sus finos detalles. Y ahí estaba como por arte de magia, una inscripción en un idioma que nunca había visto en mi vida. Trate de recordar en mis vagos recuerdos si la abuela alguna vez me había hablado de aquella inscripción o algo que pudiera llevarme a saber lo que significaba, pero lo único que recordaba era que ella decía – mi pequeña, algún día el llegara a ti, como por arte de magia, al igual que los secretos que esconde este símbolo.

Cuanto deseaba que ella estuviera aquí para que pudiera responderme todas las preguntas que pasaban por mi mente. Sabía que si le preguntaba a mi madre, ella me diría que dejara de fantasear y hurgar en el pasado. En realidad mi madre nunca había prestado demasiada atención a las historias o el pasado que envolvía a su familia, ella solo no prestaba interés.

Nuevamente me dormí aferrada al collar, ahora con una nueva incógnita que sentía debía descubrir. Esa noche soñé con mi abuela y podía ver pasar las fotografías que ella me mostraba de mis antepasados, no quería despertar pero podía sentir la mañana acercarse.

Desperté con ganas de nada, mi madre me había gritado desde temprano que me levantara porque necesitaba que la ayudara a sacar los muebles de la casa de la abuela.

Era una hermosa mañana de día sábado, muy soleada para mi gusto pero de cierta manera era un lindo día. Nos encaminamos a la casa de la abuela para poder organizarlo todo, en un par de días todo debía quedar limpio y ordenado para los nuevos inquilinos, que según mi madre llegarían este lunes.

La verdad no estaba tan intrigada por saber quiénes eran los que llegaban a habitar aquella casa, solo quería llegar y poder entrar para poder recordarla por última vez de esta forma, llena de las cosas de mi abuela.

-Bueno, hemos llegado – dijo mi madre al estacionarlos frente al jardín.

-Ok, ¿vamos?

-Claro – dijo mamá.

Saco las llaves de su bolsillo y abrió la puerta, apenas entre sentí el olor a madera que había en la casa, fue como si hubiera retrocedido en el tiempo y me viera corriendo por las escaleras hacia el cuarto de la abuela para poder registrar sus cosas.

Nada había cambiado, para mí este seguía siendo mi refugio, pero ahora ese refugio dejaría de ser mío, para ser el refugio de otra persona.

-Leticia por favor presta atención a lo que te digo – me dijo mi madre. Fue como si mi cuerpo estuviese a su lado, pero mi mente estaba a kilómetros de distancia de aquel lugar.

-Perdón mamá, ¿Que me decías?

-Llévate estas cajas a la pieza de tu abuela y guarda sus cosas aquí. En un lugar pon las cosas que quieres conservar de ella y en la otra pon las cosas que podemos donar. Guarda solo lo
indispensable.

-Está bien.

Subí rezongando las escaleras, la verdad es que si fuera por mi guardaría hasta el polvo que había en la habitación de mi abuela, pero sabía que si mi madre estaba ahí, iba a inspeccionar el trabajo que me había asignado asique me dedique a guardar lo principal.

Guarde los viejos álbumes de fotos, algunas de sus prendas favoritas que aún conservaban su olor, su espejo y cepillo para el cabello, y sobre todo, algo que era un tesoro para mi, su diario. Jamás me había atrevido a sacarlo del lugar en donde ella lo ocultaba, nunca me permití leerlo, tal vez ahora había llegado el momento de conocer más de ella, de lo que nadie nunca podría llegar a conocer.

Las primeras páginas hablaban de su juventud y de lo hermosa que era su vida después de haberse casado con el abuelo, después venían la historia de los nacimientos de sus hijos de sus nietos y bisnietos, pero luego hubo una página a la mitad de su diario que llamo mi atención, ella le había puesto el titulo de Vladimir.

-Leticia, Leticia, respóndeme – ¿has terminado ya?

-No, aun no mamá. ¿Por qué? ¿Qué ocurre? – le grite casi sin aliento, me había sumergido tanto en las páginas de ese antiguo relato, que cuando sentí el sonido de la voz de mi madre me sobresalte.

-¿Podrías continuar mañana? Es que se hace tarde para preparar la cena, ya deberíamos estar en casa. Me grito escaleras arriba.

-Bueno – le grite, en un abrir y cerrar de ojos guarde el diario en mi morral y baje corriendo las escaleras.

-Vamos – le dije.

-Bueno, solo déjame cerrar con llave cariño.

Cuando llegamos a casa mi padre ya había preparado algo, su especialidad, fideos con salsa; con mamá nos miramos y nos pusimos a reír cuando vimos que no es esperaban con todo servido.

-Valla que sorpresa – dijo mi madre, fingiendo que no le importaba demasiado.

-Quisimos que descansaras de la cocina, además hoy ambas tuvieron mucho trabajo limpiando la casa de la abuela, no podíamos ser tan desconsiderados – dijo mi padre con una sonrisa de autosuficiencia.

Después de haber lavado los platos de la cena, partí directamente a mi habitación agarre el morral casi como una loca y saque rápidamente el diario de la abuela. Y ahí estaba esperando.
No estaba segura de si debía o no leerlo, la abuela nunca me había contado de alguien llamado Vladimir y me sentía como si estuviera violando su privacidad. Pero ahí estaba Yo casi sin poder respirar de la agitación que me provocaban esas páginas que llevaban años sin ser leídas.

Me sentía como un ladrón robando dentro de una casa teniendo miedo de ser descubierto en cualquier instante, pero yo sabía que eso no pasaría. Me senté en mi cama y procure relajarme antes de ponerme a examinar aquellas páginas, me sentía tan nerviosa que se me puso la piel de gallina. Sabía que era estúpido tener ese tipo de reacción, es solo un diario me dije a mi misma.
Lentamente abrí el diario justo en la pagina que llevaba ese nombre, me puse a leerlo eran solo un montón de anotaciones, ni siquiera era una historia que siguiera algún parámetro como la de la abuela y el abuelo, solo eran anotaciones pero a pesar de ello tragaba cada página con mi mirada. Por alguna extraña razón me sentía tan conectada con él, sentía que le conocía de algún lugar.

Hasta que llegue al final y solo habían unas fechas y debajo de ello decía: “Leticia cuando leas esto ya serás mayor y yo no estaré aquí para explicártelo, solo el podrá, pero debes esperar el momento en que vuestros caminos se crucen, por ahora solo busca el cofre ahí encontraras respuestas”

Cerré el libro de golpe y lo lance contra la pared, me sentí aterrada al leer esas palabras, era como si mi abuela me hubiese descubierto que lo leía. No, ella sabía que algún día lo leería.
El corazón me latía a mil por hora, había una extraña sensación en mí, no solo por lo que leí al final del diario sino porque no sabía nada de ese Joven del cual ella hablaba, nada excepto que ella esperaba que yo me encontrase con él, cosa que sería imposible, porque el debió vivir hace muchos siglos atrás.

Tal vez en sueños me encuentre con él, pero luego deseche aquel pensamiento, era estúpido pensar en ello, quizás solo quiso inventarme una última historia, para nunca dejar de soñar, me dije.

Pensando de esta forma me deje caer en un profundo sueño.

A la mañana siguiente me sentía fatal, ni siquiera tenía ánimos de ir a limpiar la casa con mamá, pero ya le había dicho que si asique no me quedo de otra que volver allí.

Llegamos a la casa y ya solo nos quedaban unas cuantas cosas por recoger, sin mencionar que debía limpiar todo el ático, me daba una flojera tremenda pero tenía que hacerlo o sino mamá se enojaría conmigo. Por un milagro terminamos de asear la casa y partimos de regreso a la nuestra, cenamos y luego cada uno se fue a dormir a sus respectivos cuartos.

Ya era Lunes por la mañana, día de Instituto, me levante con poco animo el día anterior me había dejado agotada y peor aun el solo recordar que hoy mamá entregaría las llaves de la otra casa me daba dolor de estomago. Partí a mi cárcel personal y el día entero transcurrió de lo más normal.
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